domingo, 27 de mayo de 2007

"El BURLADOR DE SEVILLA Y EL CONVIDADO DE PIEDRA" Tirso de Molina

DIRECCIÓN Y PUESTA EN ESCENA
CASANDRA INDRIAGO
2007/2008



GUARRO TEATRO ES BURLADO Y CONVIDADO

INTRODUCCIÓN

El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra ha estado merodeando desde hace mucho tiempo los intereses de nuestro grupo. Guarro teatro se ha caracterizado por una línea de investigación cuyo centro es el estudio de las imágenes religiosas y mitológicas como expresión profunda de las emociones humanas. En este sentido el burlador, uno de los grandes mitos occidentales contemporáneos, es una continuación de lo que en el año 2004 sucedía con el montaje del Faustus. Guarro Teatro es la trayectoria de una búsqueda y de una necesidad de comprensión y reflexión sobre las cosas humanas a través de las artes que confluyen en el teatro.

El Burlador de Sevilla se presenta como un misterio, he allí su fascinación primera. Nos hemos ido acercando a un estudio del mito desde una perspectiva onírica. Don Juan apareció en nuestros sueños y comienza a trabajar en nuestras almas. Así empieza este proceso de investigación. El montaje que presentamos es un bazar de las distintas experiencias y reflexiones que a lo largo del tiempo han aparecido casi de soslayo y que ahora, por fin, hemos tenido la lucidez para dejarlas hacer. Esta es, pues, nuestra pretensión, que Don Juan y sus constelaciones se hagan presentes, se hagan acción. Don Juan se hizo un espacio entre nosotros tan apabullante que su reflexión se hace imperiosa. Exigió espacio, tiempo, cuerpo y he aquí que como almas enamoradas precisamos corresponderle y entregarnos a su burla.

Don Juan es un mostrador de almas. Con el acopio de imágenes oníricas que hemos conseguido hacer nos dimos cuenta de que su manera de fascinar es mostrar aspectos del alma que la propia víctima desconoce de sí misma, y más aún, como en el caso de Tisbea, que niega con todo vigor. Es allí cuando libera la violencia de las pasiones y las conecta con la muerte. Es como un espejo que él, con palabras u otros artificios, lograra colocar frente a su víctima, quien al verse entra en un ritmo imparable que trastorna la realidad y la lleva a otro estado, a un plano ajeno, hasta ahora desconocido.

Nuestro montaje busca que el espectador se fascine ante el particular transcurrir del tiempo de Don Juan. Un tiempo límite, extremado, en el que no parece haber elaboración. Al ver a su víctima ya sabe lo que debe hacer y decir, es infalible. Al decir esto inmediatamente pensamos en un ser que está lejos de lo humano, pues por definición lo humano es falible. También esta capacidad de ver en el alma de otro justo lo que éste no puede ver, parece cosa de dioses y no de hombres. Tal vez Don Juan tenga algo de divino después de todo, pero no olvidemos que su muerte lo devuelve al plano humano, y la cosa no parece resolverse.

Nuestro burlador está hecho con múltiples disciplinas tanto teóricas como prácticas. Entre las teóricas podemos nombrar los aportes que la psicología profunda ha hilvanado alrededor de éste y otros mitos que favorecen la comprensión; también nos han acompañados diversos textos literarios y críticos, piezas musicales y pláticas, y sobre todo experiencias e intuiciones sacadas de la reflexión del vivir de cada uno de los integrantes de este montaje.

Todo los artistas y poetas han hablado alguna vez del alto grado de oscuridad que tiene la obra para su autor. Cuando decimos que Don Juan se hizo presente, no es una metáfora ni un eufemismo para encubrir nuestra voluntad de “representar el Burlador”. No, así fue como ocurrió. Don Juan se presentó no solo en nuestros sueños, sino en la vida cotidiana. En esta perspectiva tan individual hemos querido dejar de lado los convencionalismos con respecto a esta pieza tan representada. Como hemos dicho, el Burlador nuestro es barroco en el más amplio sentido de la palabra pues está hecho de muchas individualidades. Nuestro objetivo es armar el rompecabezas en cada función. Que con esta inmensa olla de contradicciones, cegueras, aciertos y dudas que significa ser burlado, logremos cocinar al menos una mirada don juanesca.



JUSTIFICACIÓN

Entre todas las obras de teatro cuyo personaje central es Don Juan, el Burlador de Sevilla de Tirso de Molina es la que escogimos para trabajar. La razón es concreta pero no sencilla. Allí, Don Juan no es redimido de sus actos. En el Burlador Don Juan muere sin posibilidades de expiación y sin arrepentimiento.

Nos interesa esta pieza porque da cuenta de la dimensión completa del fenómeno que es Don Juan. Los prejuicios morales y religiosos no determinan, modifican ni censuran su magnitud. Con la redención en las otras piezas Don Juan queda reducido a un solo plano, el plano moral humano. En ellas la redención final impide la posibilidad de ver el mito, sino una anécdota condenatoria cuya relevancia queda solo al nivel de la enseñanza, de la educación por la vía de la represión.

Para Tirso el proceso no finaliza con una elevación; bien sea moral, espiritual o de cualquier otra índole. Por el contrario, el espíritu viaja en dirección sur, hacia “abajo”. La experiencia del final, de muerte absoluta, sin un espíritu que quede vagando por allí expiando culpas, es decir, sin esperanzas o sublimación, es la que nos interesa del Burlador.



PUESTA EN ESCENA

Después de coquetear con muchos elementos, decidimos estudiar el aparecer del tiempo. En la obra, las acciones y las pasiones se suceden en un tiempo particular, fuera de la cronología natural. En principio, se percibe como un vertiginoso acontecer. Esto nos llevó a estudiar el ritmo y la velocidad en el Burlador.

Esto nos obliga a pensar en los elementos generadores de la velocidad del Don Juan y sus consecuencias tanto en los otros personajes como en la obra en pleno. He aquí el verdadero núcleo del trabajo, que amerita el ejercicio de colocarse detrás de Don Juan y tratar de percibir la calidad de su mirada, sus ritmos y sus motivos.

Ponernos detrás de Don Juan no es un capricho ni un subterfugio para elaborar un montaje. Es la forma como este personaje se aproximó a nosotros. Pues, primero apareció en sueños, sueños donde Don Juan mostraba su mirada a través de paisajes, cuadernos, lugares, otros personajes, etc. Esta puesta en escena vendría a ser un catálogo de las imágenes por medio de las cuales Don Juan se mostró: oníricas, intuitivas, empíricas, literarias, plásticas, musicales, etc. Todas ellas hilvanadas por el actor, en cuyo cuerpo fecundan y germinan.

El estudio del tiempo avasallante de la obra, nos hizo encontrarnos con tres planos que aparecen representados por la disposición del espacio escénico, y que tienen su justificación en la lectura del burlador como un ser semidivino (un dáimon), que deambula entre los planos humanos, infernales y divinos a su antojo, y que por ello se nos hace inasible e inconmensurable. Este Don Juan daimónico, hilador de los tres planos, es el que se impuso para ampliar su espectro, su campo de acción, y así burlar verdaderamente los prejuicios condenatorios y superfluos que siempre lo han intentado reducir; y que incluso lo han querido acusar de orfandad por vergüenza de reconocerse como cunas de mito tan espléndido. Como vemos, Don Juan está condenado a la errancia en la obra dramática, como personaje, y en su historia literaria, como mito.

A estas alturas de la tradición, no nos queda más que reconocer que la primera dificultad para trabajar el Don Juan es la voluntad, pues esta coloca límites y valores a los cuales Don Juan no corresponde ni respeta, y a los cuales terminará siempre por burlar. Nuestra aproximación es consciente de esto y sólo busca abrirle un espacio, el mayor posible, para que merodee y fracture toda rigidez.



SINOPSIS DE LA OBRA

Don Juan es un joven seductor e irreverente, hijo de Don Diego Tenorio, quién lo envío desde Castilla a Nápoles por haber traicionado a una noble dama española. Una vez en Nápoles goza y burla a la Duquesa Isabela haciéndose pasar por el Duque Octavio, su enamorado. Isabela lo descubre y a gritos pide ayuda en palacio pero es Don Pedro Tenorio, tío de nuestro burlador, quién descubre la traición y decide ayudar a escapar a Don Juan enviándolo de nuevo a España, esta vez a Sevilla. El Rey de Nápoles obtiene la noticia de boca de Don Pedro Tenorio y le ordena encarcelar al Duque Octavio a quién supone responsable de la deshonra de Isabela. Don Pedro le hace saber al enamorado la traición de la duquesa y lo deja escapar a España. Camino a España también se encuentran Don Juan y su fiel criado Catalinón, quienes tras naufragar llegan agonizantes a la orilla de Tarragona donde los rescata Tisbea, una bella pescadora. Don Juan, bajo su sino, engaña a la pescadora y se escapa junto a Catalinón sobre dos yeguas robadas a Tisbea.

En Sevilla Doña Ana, hija del capitán Don Gonzalo de Ulloa, estaba prometida en matrimonio a Don Juan pero Don Diego Tenorio (padre) y el Rey de Sevilla al saber la noticia de lo sucedido en Nápoles deciden casarla con el Duque Octavio y así enmendar la traición. En tanto, por las calles de Sevilla se encuentra el Burlador con su amigo el Marqués de la Mota quién le confiesa estar enamorado de Doña Ana de Ulloa. Don Juan recibe una carta para el Marqués donde se indica el lugar y los detalles para cumplir una cita amorosa con Doña Ana. El Burlador usando la capa de su amigo se hace pasar por él en la cita, pero Doña Ana lo descubre y dando voces despierta a su padre Don Gonzalo, a quién Don Juan asesina para escaparse. El Burlador devuelve la capa de color a su amigo, y así el Marqués de la Mota es confundido con el asesino y culpado por la traición y la muerte.

Camino a Lebrija el Burlador y su criado se topan con la celebración de una boda de campesinos. Don Juan engaña a la novia, Aminta, prometiéndole a ella y a su padre casamiento ante la corte del Rey. Al tiempo, le miente a Batricio diciéndole que gozó a su mujer y éste decide desistir del casamiento. Don Juan se escapa de nuevo, junto a Catalinón, va a dar al cementerio donde está sepultado Don Gonzalo de Ulloa, y allí con soberbia invita a cenar al muerto esa noche en su casa. Gonzalo asiste a la cita y al final de la velada invita a Don Juan a cenar en la capilla la noche siguiente.
En la corte del Rey se prepara la boda de Don Juan con Isabela, pues se ha descubierto el engaño y ella viene dispuesta a remediarlo. Ese día Don Juan y Catalinon van a la capilla a cumplir la cita prometida. Luego de disfrutar del banquete provisto de bichos y alacranes el convidado de piedra ofrece la mano al Burlador quién, tras defenderse en vano y pedir la confesión y la absolución, es abrasado por las llamas de la muerte. Catalinón, sobreviviente, da las noticias de lo ocurrido.



FICHA ARTÍSTICA

DON JUAN TENORIO
DON DIEGO TENORIO
Francisco Díaz (Paco)

DON JUAN TENORIO
DON PEDRO TENORIO
Arnaldo Mendoza

EL DUQUE OCTAVIO
EL MARQUÉS DE LA MOTA
DON GONZALO DE ULLOA, (CONVIDADO DE PIEDRA)
BATRICIO, labrador
Fermín Mena

CATALINÓN, lacayo
Julio Arana

ISABELA, Duquesa
TISBEA, pescadora
DOÑA ANA DE ULLOA
Zindia Pino

AMINTA, labradora
Vanessa León

DIRECCIÓN
Casandra Indriago

DISEÑO Y REALIZACIÓN DE VESTUARIO
Omar Borges

DISEÑO Y REALIZACIÓN DE ESCENOGRAFÍA Y UTILERÍA
GUARROteatro

DISEÑO Y RELIZACIÓN DE ILUMINACIÓN
Gerónimo Reyes

MUSICALIZACIÓN
Francisco Díaz (Paco)

PRODUCCIÓN GENERAL
GUARROteatro y Marian Gómez

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